martes, 16 de noviembre de 2010

EL CULTO A LOS MUERTOS

LAS CREENCIAS ROMANAS EN UNA VIDA DESPUÉS DE LA MUERTELos romanos colocaban las tumbas  a las orillas de las calzadas a la salida de las ciudades, donde los transeúntes podían contemplarlas. En Pompeya todavía podemos contemplar las tumbas a lo largo de las calzadas que salían hacia el norte desde la Puerta de Herculano y hacia el sur desde la de Nuceria.
Algunas eran grandiosas e impresionantes y parecían casas en pequeño; otras eran mucho más sencillas. se decoraban con guirnaldas de flores y colocar ofrendas de vino y comida delante de ellas.
El que enterraran a los muertos en las orillas de sus concurridas calzadas, en lugar de en cementerios tranquilos, no era por parte de los romanos una muestra de falta de respeto hacia aquéllos. Al contrario, creían que, si los muertos no eran debidamente enterrados y cuidados, sus espíritus se les aparecerían y les llegarían a causar daños. Era muy importante proporcionar al difunto una tumba o un sepulcro, donde su espíritu pudiera tener una morada. Pero también se pensaba que el muerto quería estar cerca de los vivos. Hay una tumba que tiene una inscripción: "Veo y contemplo a todo el que va y viene de la ciudad", y otra que dice: "Lolio ha sido colocado al borde del camino para que todos los transeúntes puedan decirle 'Buenos días, Lolio'".
Se creía que su actividad vital continuaba en cierta manera y por tanto había que abastecerlo de las cosas que necesitara. Si el muerto era inhumado, sus objetos personales eran enterrados con él; si era incinerado, se quemaban también con él.

Se pensaba también que los espíritus de los muertos tenían hambre y sed y por tanto había que proporcionarles bebida y comida. En la tumba se colocaban con regularidad ofrendas de huevos, judías, lentejas y vino. A veces se abrían agujeros en las tumbas para poder echar vino dentro. Se ofrecía vino porque era un sustituto apropiado de la sangre, la bebida favorita de los muertos. No obstante, durante el funeral y en ocasiones especiales se sacrificaban animales y se hacía una ofrenda con sangre.
 Sus tumbas se adornaban frecuentemente de flores o eran rodeadas de jardincillos, costumbre que ha perdurado hasta nuestros días, aunque haya cambiado su significado original. Con éste mismo fin, la familia y los amigos del difunto celebraban un banquete después del funeral y en el aniversario de su muerte. Unas veces estos banquetes tenían lugar en un comedor adosado a la tumba misma, otras en el hogar de la familia. Se creía que los espíritus de los muertos prestaban atención a estos acontecimientos festivos y disfrutaban con ellos.
La Ley de las Doce Tablas dice: 'Que no se entierre ni se incinere un hombre muerto dentro de la ciudad'. Creo que esto último es a causa del peligro de incendio."

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